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domingo, 15 de junio de 2014

La Feria del Libro.







            Esta mañana, a pesar de haberme prometido, como todos los años, que sería la última vez que volviese, he estado, de nuevo, en la Feria del Libro de Madrid (mea culpa). Como siempre te digo después de cada visita, querida Filis, haré, otra vez más, el firme propósito de no volver el año que viene. Tal vez sea por mi profesión de filólogo y crítico literario, tal vez por mi pasión por la literatura, pero me resulta, aunque intento resistirme, ineludible mi asistencia. En la mayoría de los casos es para reencontrarme con algunos de mis amigos, los autores, y hablar con ellos, aunque solo sea unos instantes de este apasionante mundo de las letras.



            A lo largo del año, creo que nos pasa a todos, me imagino que a ti también, querida Filis, hay una serie de “acontecimientos” miliares que, a modo de balizas nos van marcando el devenir del año. Para mí la Feria del Libro representa el comienzo del estío, de ese verano tan riguroso, por lo demás, que padecemos en la meseta. Este año, como todos, a pesar del agobiante calor que hace, siento mucho más bochorno por la “obscena e inmoral” (si me permites, querida Filis, estos adjetivos tan sonoros y rotundos) mercantilización que se perpetra “contra” la literatura. Intentaré, amiga mía, explicarte los motivos que me conducen a esta, y creo que justa, indignación.



            La literatura es una de las artes más importantes e influyentes que se han dado  a lo largo de la Historia de la Humanidad. Y, fundamentalmente, es un arte de elaboración compleja, por parte de los autores y que requiere soledad y reflexión. Del mismo modo, esa “intimidad” es también necesaria por parte del lector. Por así decirlo la soledad y el silencio son parte integrante del hecho literario, ya sea como autor o como lector.  Sin embargo, la Feria del Libro es lo más alejado a la esencia literaria y lo más cercano a un zoco, a un “mercado persa”. En la Feria los libros y, lo más triste, los propios autores son “cosificados” y tratados poco menos que como objetos de exposición, cuando no como mercancías. Dicho con todo mi respeto hacia los autores que, como sabréis los lectores habituales de mi blog literario “Las bizarrías de Belisa”, es condición irrenunciable y “sine qua non”. Todos los años me da pena ver a los escritores expuestos a las miradas de los transeúntes, a su curiosidad insatisfecha y procaz y, en algunos casos, rozando la falta de educación.  Cuando en muchos casos la gente se acerca a las casetas con un desconocimiento total y absoluto de la obra de esos autores. Este año he escuchado varios comentarios de algunos visitantes que no han podido menos de provocarme un bochornoso rubor ajeno. Una pareja de chicas treintañeras se debatían entre acercarse a hablar con Ángela Vallvey, ellas lo pronunciaban el nombre con fonética inglesa, dudando de cómo hablar con ella “porque como es escandinava, como ´la´Camila Lackberg…



            Dentro de este imparable proceso de mercantilización de la literatura, y en general de la cultura, tenemos un ejemplo palmario en el caso de los “famosos” que se han metido a “escritores” (he entrecomillado la palabra, Filis, porque no todo el que emborrona unas páginas puede ser llamado Escritor) y que, precisamente, son los que, al menos en lo que se refiere a la atención que les dispensan los transeúntes, han triunfado por abrumadora mayoría y se llevan la palma (y me imagino que, también, las mayores ventas). Nunca me gusta criticar algo sin previamente haberlo leído, por ese motivo no entraré en valoraciones para las que no tengo el suficiente criterio, que únicamente aporta una lectura reflexiva de la obra en cuestión. Pero, sin embargo, sí me llama profundamente la atención que muchos personajes que aparecen en televisión tengan tanto éxito (por delicadeza no voy a dar ejemplos, pero estoy seguro que tú misma, querida Filis, te imaginarás algunos nombres) a la hora de vender sus libros. Sin embargo hay casos de personas populares, por sus apariciones en los medios sociales, generalmente la televisión, como Nieves Herrero, que son una grata excepción que confirma la regla, que ha escrito una magnífica novela que, como comenté en mi reseña, me sorprendió muy gratamente, y que se titula “Lo que escondían sus ojos”. Pero lo que más me entristeció es ver a grandes escritores, auténticamente importantes, poseedores de una sólida carrera literaria que, prácticamente, estaban “mano sobre mano” esperando que alguien se acercase para dedicarles alguno de sus libros. Y eso es algo que me ha apenado profundamente, por lo injusto, y porque nos habla también de ese imparable declive de la Literatura (con mayúsculas) a favor de esa infraliteratura más comercial y decadente.



            Aunque pueda resultar incongruente, creo que esta hipersaturación del mercado editorial, terminará siendo uno de los mayores retos a los que se tendrá que enfrentar, con toda seriedad, esta industria si quiere poder sobrevivir a la crisis (no me refiero solo a la económica, sino también a la artística y de calidad, más preocupante aún). El mercado está invadido de títulos que, en un altísimo porcentaje, tienen una calidad ínfima y que están destinados a ser saldados en las secciones de ofertas de las grandes superficies. Y es precisamente esa fragmentación, esa atomización, de la propia oferta  la que está perjudicando a toda la industria. Sin embargo el mundo editorial no deja de ser un receptor, un desagüe,  de esta desorientada sociedad actual que se plasma, tanto en la calidad como en la cantidad de libros que se publican cada año en España.



            Históricamente las grandes crisis han traído grandes movimientos artísticos, en el caso que nos ocupa literarios, a modo de revulsivos. La gran crisis que vino por el comienzo del desmembramiento del Imperio español, con la muerte de Felipe II, nos trajo, como respuesta, el gran Siglo de Oro de las letras españolas en aquel período entre el Renacimiento y el Barroco. La gran crisis social y política que vivió España a finales del siglo XIX (1898) nos trajo la gran generación del 27. ¿Esta gran crisis, sistémica, que estamos viviendo nos traerá un gran resurgir de nuestras letras, de nuestros pensadores a modo de reacción…? Por lo visto en la feria del libro, querida Filis, creo que será muy complicado…


       Luis Alberto Cao



2 comentarios:

  1. Hola Luis: Realmente la Feria del Libro de Buenos Aires, me produce el mismo efecto. Pero este año lo logré, no fui. Estuve fuera donde se establece una Feria de libros usados , revolví y pude comprar varios . Vivo en un ciudad alejada ( 300 km ) y trasladarme para no poder disfrutar de algo tan bello como es el contacto con los libros y con los autores, me produce una gran pena. Este año se presentaba Almudena Grandes, a quién admiro y no conozco personalmente, pero no pudo darse la oportunidad. Respecto a lo que cuentas de la mezcla entre autores reconocidos recordé que el año pasado fui a que me firmara su libro Rosa Montero, y pasado un rato volví a pasar por el lugar y ella ya no estaba, en su lugar firmaba un periodista de chimentos que escribe sacando trapos sucios a las vidas de los artistas. Me pareció ofensivo.
    Saludos, querido Luis.

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    1. En primer lugar muchas gracias amiga Laura por tu comentario. Pues sí, amiga, desgraciadamente en este mundo de globalización los modelos y los referentes se repiten a lo largo de todo el planeta. Es triste la gran tolerancia que tiene el público para absorver cada día libros, en este caso, de un valor más ínfimo y escritos por personas "famosillos". En este caso no se ha "democratizado" la literatura y las artes en general sino que se han banalizado hasta el extremo. Un besazo amiga mía

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