Esta mañana, a pesar de
haberme prometido, como todos los años, que sería la última vez que volviese,
he estado, de nuevo, en la Feria del Libro de Madrid (mea culpa). Como siempre te digo después de cada visita, querida
Filis, haré, otra vez más, el firme propósito de no volver el año que viene. Tal
vez sea por mi profesión de filólogo y crítico literario, tal vez por mi pasión
por la literatura, pero me resulta, aunque intento resistirme, ineludible mi
asistencia. En la mayoría de los casos es para reencontrarme con algunos de mis
amigos, los autores, y hablar con ellos, aunque solo sea unos instantes de este
apasionante mundo de las letras.
A lo largo del año, creo que nos pasa a todos, me imagino
que a ti también, querida Filis, hay una serie de “acontecimientos” miliares que,
a modo de balizas nos van marcando el devenir del año. Para mí la Feria del
Libro representa el comienzo del estío, de ese verano tan riguroso, por lo
demás, que padecemos en la meseta. Este año, como todos, a pesar del agobiante
calor que hace, siento mucho más bochorno por la “obscena e inmoral” (si me
permites, querida Filis, estos adjetivos tan sonoros y rotundos) mercantilización
que se perpetra “contra” la literatura. Intentaré, amiga mía, explicarte los
motivos que me conducen a esta, y creo que justa, indignación.
La literatura es una de las artes más importantes e
influyentes que se han dado a lo largo
de la Historia de la Humanidad. Y, fundamentalmente, es un arte de elaboración
compleja, por parte de los autores y que requiere soledad y reflexión. Del
mismo modo, esa “intimidad” es también necesaria por parte del lector. Por así
decirlo la soledad y el silencio son parte integrante del hecho literario, ya
sea como autor o como lector. Sin embargo,
la Feria del Libro es lo más alejado a la esencia literaria y lo más cercano a
un zoco, a un “mercado persa”. En la Feria los libros y, lo más triste, los
propios autores son “cosificados” y tratados poco menos que como objetos de
exposición, cuando no como mercancías. Dicho con todo mi respeto hacia los
autores que, como sabréis los lectores habituales de mi blog literario “Las
bizarrías de Belisa”, es condición irrenunciable y “sine qua non”. Todos los años me da pena ver a los escritores
expuestos a las miradas de los transeúntes, a su curiosidad insatisfecha y
procaz y, en algunos casos, rozando la falta de educación. Cuando en muchos casos la gente se acerca a
las casetas con un desconocimiento total y absoluto de la obra de esos autores.
Este año he escuchado varios comentarios de algunos visitantes que no han
podido menos de provocarme un bochornoso rubor ajeno. Una pareja de chicas
treintañeras se debatían entre acercarse a hablar con Ángela Vallvey, ellas lo
pronunciaban el nombre con fonética inglesa, dudando de cómo hablar con ella “porque como es escandinava, como ´la´Camila
Lackberg…”
Dentro de este imparable proceso de mercantilización de
la literatura, y en general de la cultura, tenemos un ejemplo palmario en el
caso de los “famosos” que se han metido a “escritores” (he entrecomillado la
palabra, Filis, porque no todo el que emborrona unas páginas puede ser llamado
Escritor) y que, precisamente, son los que, al menos en lo que se refiere a la
atención que les dispensan los transeúntes, han triunfado por abrumadora
mayoría y se llevan la palma (y me imagino que, también, las mayores ventas).
Nunca me gusta criticar algo sin previamente haberlo leído, por ese motivo no
entraré en valoraciones para las que no tengo el suficiente criterio, que
únicamente aporta una lectura reflexiva de la obra en cuestión. Pero, sin
embargo, sí me llama profundamente la atención que muchos personajes que
aparecen en televisión tengan tanto éxito (por delicadeza no voy a dar
ejemplos, pero estoy seguro que tú misma, querida Filis, te imaginarás algunos
nombres) a la hora de vender sus libros. Sin embargo hay casos de personas
populares, por sus apariciones en los medios sociales, generalmente la
televisión, como Nieves Herrero, que son una grata excepción que confirma la
regla, que ha escrito una magnífica novela que, como comenté en mi reseña, me
sorprendió muy gratamente, y que se titula “Lo
que escondían sus ojos”. Pero lo que más me entristeció es ver a grandes escritores,
auténticamente importantes, poseedores de una sólida carrera literaria que,
prácticamente, estaban “mano sobre mano” esperando que alguien se acercase para
dedicarles alguno de sus libros. Y eso es algo que me ha apenado profundamente,
por lo injusto, y porque nos habla también de ese imparable declive de la
Literatura (con mayúsculas) a favor de esa infraliteratura más comercial y decadente.
Aunque pueda resultar incongruente, creo que esta
hipersaturación del mercado editorial, terminará siendo uno de los mayores
retos a los que se tendrá que enfrentar, con toda seriedad, esta industria si
quiere poder sobrevivir a la crisis (no me refiero solo a la económica, sino
también a la artística y de calidad, más preocupante aún). El mercado está
invadido de títulos que, en un altísimo porcentaje, tienen una calidad ínfima y
que están destinados a ser saldados en las secciones de ofertas de las grandes
superficies. Y es precisamente esa fragmentación, esa atomización, de la propia
oferta la que está perjudicando a toda
la industria. Sin embargo el mundo editorial no deja de ser un receptor, un
desagüe, de esta desorientada sociedad
actual que se plasma, tanto en la calidad como en la cantidad de libros que se
publican cada año en España.
Históricamente las grandes crisis han traído grandes
movimientos artísticos, en el caso que nos ocupa literarios, a modo de
revulsivos. La gran crisis que vino por el comienzo del desmembramiento del
Imperio español, con la muerte de Felipe II, nos trajo, como respuesta, el gran
Siglo de Oro de las letras españolas en aquel período entre el Renacimiento y
el Barroco. La gran crisis social y política que vivió España a finales del
siglo XIX (1898) nos trajo la gran generación del 27. ¿Esta gran crisis,
sistémica, que estamos viviendo nos traerá un gran resurgir de nuestras letras,
de nuestros pensadores a modo de reacción…? Por lo visto en la feria del libro,
querida Filis, creo que será muy complicado…
Luis Alberto Cao
Hola Luis: Realmente la Feria del Libro de Buenos Aires, me produce el mismo efecto. Pero este año lo logré, no fui. Estuve fuera donde se establece una Feria de libros usados , revolví y pude comprar varios . Vivo en un ciudad alejada ( 300 km ) y trasladarme para no poder disfrutar de algo tan bello como es el contacto con los libros y con los autores, me produce una gran pena. Este año se presentaba Almudena Grandes, a quién admiro y no conozco personalmente, pero no pudo darse la oportunidad. Respecto a lo que cuentas de la mezcla entre autores reconocidos recordé que el año pasado fui a que me firmara su libro Rosa Montero, y pasado un rato volví a pasar por el lugar y ella ya no estaba, en su lugar firmaba un periodista de chimentos que escribe sacando trapos sucios a las vidas de los artistas. Me pareció ofensivo.
ResponderEliminarSaludos, querido Luis.
En primer lugar muchas gracias amiga Laura por tu comentario. Pues sí, amiga, desgraciadamente en este mundo de globalización los modelos y los referentes se repiten a lo largo de todo el planeta. Es triste la gran tolerancia que tiene el público para absorver cada día libros, en este caso, de un valor más ínfimo y escritos por personas "famosillos". En este caso no se ha "democratizado" la literatura y las artes en general sino que se han banalizado hasta el extremo. Un besazo amiga mía
Eliminar